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domingo, 14 de junio de 2015

EPÍLOGO

De un sobresalto y respirando aceleradamente se despierta, mantas hechas un enredo se encuentran abrazadas a su sudado cuerpo.
Una corriente de aire entra por la ventana abierta, haciendo que las cortinas bailen al mismo son. Con los ojos abiertos de par en par empieza a buscar por la habitación sin saber qué. Todo sigue igual, ni un libro fuera de su estante. El miedo aún corre por sus venas, haciendo que este susceptible a cualquier sonido y movimiento. Ni siquiera sabe como ha llegado hasta ahí, eso hace que recuerde algo, lleva sus manos hasta su cabeza, buscando heridas, pero nada, no hay nada. En esos momentos podría colapsar, ¿que mierda ha pasado? Es lo único que en su mente se repite una y otra vez. De repente, la puerta de su habitación se abre, haciendo que una figura aparezca, llamada por el grito inconsciente que había soltado en un principio. Una vez esa figura se adentra más en la habitación, las pocas luces que se cuelan por la ventana hacen que pueda observarla mejor. Provocando una confusión aún mayor que la que ya tenía en su sistema.
-¿Mama?-dice en apenas un susurro.
-Oh, Dios. Jimena ¿estas bien?

jueves, 14 de mayo de 2015

BOOKTRAILER


10) ÚLTIMA OPORTUNIDAD

Durante unos minutos es lo único que escucho, hasta que veo una sombra a través de la puerta, la intenta abrir, ahora doy gracias por qué esté cerrada. Pero parece que eso no frena a quién sea que esté al otro lado, porque en vez de darse la vuelta e irse por donde ha venido, sigue intentándolo.
Por las rendijas que hay entre la puerta y  la pared veo como una luz, y después, escucho un candado chocar contra el suelo.
¡Mierda, mierda y más mierda!
Mis dotes de supervivencia son nulas, así que lo único que se me ocurre es ponerme detrás de la puerta y, cuando esta se abre, darla una patada con todas mis fuerzas, haciendo que se estampe en la cara de quien sea que intenta entrar.
El grito que suelta el chico indica que ha servido de algo, así que mientras él se sujeta la nariz, posiblemente rota, yo lo empujo e intento correr por el pasillo. Cuando estoy segura de que voy a escapar, una fuerte mano agarra mi brazo, haciéndome daño. Aún sigue algo confundido por el golpe por lo que gracias a una valentía, que no sé de donde ha podido salir, le empiezo a dar patadas.
-¡¿Quieres parar?!-grita desesperado intentando sujetarme y a la vez tocándose los sitios en los que he atinado a golpear.
-¡No! ¡Suéltame!
No me he fijado en lo fuerte que es, pero cuando consigue volver en sí, me sujeta los brazos a la pared y las piernas con las suyas.
Su respiración va muy rápida gracias a la pequeña pelea que acabamos de tener, al igual que la mía.
-Vaya, pareces poquita cosa pero tienes fuerza.
Simplemente le miro, intentaría volver a escapar, pero sería una pérdida de tiempo, es más fuerte que yo, por lo que me alcanzaría, además, ni si quiera sé dónde estoy.
-Veo que no estás de ánimos. A ver quiero ayudarte, estoy aquí con Alioth.
Al oír pronunciar aquél nombre mis ojos se abren y una pequeña chispa de esperanza aparece en ellos.
-¿Está aquí?
-Sí, y venimos a ayudarte. Pero necesito que me hagas caso y estés quieta.
Mi cabeza se mueve sola asintiendo rápidamente.
-Bien, ahora sígueme.
Empezamos a andar por los pasillos desiertos, la habitación en la que me tenían encerrada estaba al final de un gran pasillo lleno de puertas, las paredes están llenas de moho  y la pintura desquebrajada. Este sitio da asco.
Con cada paso que doy, los gritos se hacen más fuertes y las señales de lucha más claras, solo espero que Alioth esté bien.
De pronto el chico, que por cierto no sé cómo se llama se detiene y me hace una seña para que me detenga yo.
-Estamos cerca, no te muevas de mi lado, iremos por otro camino.

Llegamos al final del pasillo y es como entrar en otro mundo. El pasillo oscuro y mohoso deja paso a un gran recibidor, dos escaleras salen a la mitad de este y una gran lámpara de araña cuelga del techo, la imagen es fantasmagórica.
Cuando estamos a punto de salir, unas puertas de las que no me había dado cuenta antes llaman mi atención, ahora el ruido es mucho más fuerte, y estoy segura que viene de allí. El chico o Hunter, como dijo que se llamaba mientras recorríamos el pasillo, esta entretenido intentando abrir las puertas principales, asique aprovecho ese momento y corro hacia las puertas.
Hunter me llama, pero lo ignoro, cuando llego a mi destino, abro las puertas de golpe, y la imagen que estas me devuelven me dejan estática: la habitación es enorme, y un montón de sombras, como la que nos siguió aquella noche inundan la habitación mientras que unas figuras más pequeñas corretean por ella.
Una de las figuras me llama la atención, está luchando con una sombra que la triplica el tamaño, cuando parece que la sombra va a ganar esta saca algo de su bolsillo y lo tira haciendo que vuele por el aire, hasta chocar con la sombra y estallando en mil pedazos. Una luz me ciega por unos momentos, y es entonces cuando me empujan tirándome al suelo.


Un cuerpo está encima del mío, pero no es un cuerpo cualquiera, sino uno que conozco bastante bien. Alioth se levanta de encima de mí y me tiende una mano para ayudarme a levantarme. Le señala a Aisher con la cabeza la habitación de la que acabamos de salir.
-Yo me encargo de ella.
Aisher asiente con la cabeza y se va corriendo, desapareciendo detrás de la cortina de humo provocada por la explosión.
-¿Estás bien?-Ahora toda su atención está puesta en mí, y lo único que se me ocurre es tirarme a su cuello  y abrazarle.
Alioth me acaricia el pelo y me susurra al oído que todo va a estar bien, cuando mi cordura vuelve me separo de él y seco las lágrimas que se han escapado de mis ojos.
-Tranquila, te voy a llevar a casa ¿vale?
-Vale.-Contesto ahora más tranquila aunque mi voz sigue temblando.
Alioth me coge de la mano y me guía hasta salir de ese horrible sitio en el que he estado encerrada por semanas.
Visto desde fuera da más miedo si es posible: una antigua casa, que parece no poder sostenerse sola, está en medio de un gran jardín cuya flora es inexistente o está muerta.
Sigo a Alioth hasta unas puertas de hierro que están al final de un camino de piedra, al abrirlas estas hacen un ruido como al arañar una pizarra, pero en estos momentos apenas me doy cuenta.
Alioth sale primero, y cuando estoy a punto de dar un paso para seguirle, alguien tira de mí, haciendo que caiga al suelo. Después de esta noche pienso aprender defensa personal, porque esto no es normal.
Al empujarme, tropiezo con una piedra y caigo al suelo, Alioth se da cuenta que no le sigo y se da la vuelta, en el momento que sus ojos chocan con los míos palidece.
Algo frío toca mi sien, y, a juzgar por la expresión de Alioth, sé que no es nada bueno.
-¿Pensabas que te podías ir tan fácilmente? ¿Qué te iba a dejar ir? ¡Estás muy equivocada!
Ángel empieza a ponerse nervioso y aprieta lo que sea que tenga más contra mi cabeza haciéndome daño.
-Suéltala.-La voz de Alioth es tranquila, pero su mirada refleja todo lo contrario, sus ojos se han vuelto totalmente negros, y su expresión asusta.
-¡NO! No te tengo miedo, sé que eres uno de los contaminados más poderosos, pero ¿y qué? Nada de lo que hagas puede compararse con el dolor de que el fuego que corre por tus venas te queme por dentro.
-Ángel por favor…-un susurro apenas audible se escapa entre mis labios, pidiendo piedad por mi vida.
-Lo siento Jimena.-La cara llena de desesperación de Ángel es lo último que veo antes de que un estruendoso ruido se escuche y todo a mi alrededor se vuelva negro. Pero antes de que mis ojos se cierren por completo, escucho un grito, un grito tan desgarrador, que no parece humano…




Un disparo se escucha atravesar la fría noche,  bajo los rayos de luna, una pistola brilla cayendo al suelo, y, a su lado, un pequeño cuerpo ahora pálido e inerte, como una hoja que, después de caer del árbol que era su hogar, es arrastrada por el viento. Y, un ángel, que tras la desesperación de haber sido desterrado del cielo injustamente, comete el error más grande que jamás pudo imaginar. Enfadar al demonio tiene consecuencias, un demonio de ojos azules como la noche, que ahora están más negros que nunca.

miércoles, 13 de mayo de 2015

9) VERDADES

Parece que todos los astros se han alineado para que este sea el peor mes de mi vida. Estoy tan confundida que apenas puedo procesar todo lo ocurrido hace apenas unos minutos.
¿Una epidemia? ¿El fuego de las estrellas? Dios, o están todos locos o yo me estoy volviendo demente.
Mi mente trabaja deprisa intentando poner todo en su lugar, pero creo que colapsó hace mucho, en este momento lo único que puedo hacer es mirar a Ángel, que a su vez me mira a mí, esperando a que diga algo, supongo. Pero es imposible, apenas puedo respirar, como para hablar.
-Sé que todo esto es demasiado extraño, y que no me crees, solo hay que ver tu cara para saber que me estas tomando por un loco, pero Jimena, te estoy diciendo la verdad. ¿Recuerdas la primera vez que viste a Alioth?
Asiento despacio intentando no perderme.
-Lo que viste era una trasfusión, cogen el fuego del interior de una estrella viva, la almacenan en un valier. Para los ‘contaminados’ es como su alimento, la energía que necesitan para desarrollarse.
-¿Contaminados?
Ángel me mira con el ceño fruncido.
-Has dicho contaminados, ¿por qué?
-Por qué aunque ellos no adquirieran la enfermedad, el fuego lo tienten, lo que hace que estén ‘contaminados’.
Y, por fin consigo el valor para hacer la pregunta que lleva en mi cabeza un rato.
-¿Tu… tu estás contaminado?
La tristeza que muestran sus ojos al levantar la mirada me deja más confundida que al principio. Tener dones es bueno ¿no?
-Nunca acabaron con la enfermedad, en realidad nadie sabe cómo se terminó el brote, pero ahora ha vuelto, contaminando todo a su paso, contaminándome a  mi.
La mirada en los ojos que me miran directamente, como si me estuviera suplicando que lo ayudara, me destroza, porque a pesar de que el solo nos haya utilizado, lo conozco, y es mi amigo
-.Y esa es la razón por la que te necesito…-Termina diciendo antes de salir por la pequeña puerta que se encuentra en una de las paredes.
Y ahí quedo yo, en una sucia y oscura habitación, pensando en cómo todo cambia de un momento a otro, en que hace unos meses mi único problema era que Ruth no me obligara a ponerme un vestido más corto que una blusa, y ahora estoy ‘secuestrada’ por el que creía que era mi mejor amigo, que resulta que está contaminado por una enfermedad mortal y sin opciones de vivir, y con la única opción de que un chico al que conozco desde hace un mes, pero que parece que lo conozco de toda mi vida y no me le puedo sacar de mi cabeza, me salve de quien sabe que destino.
Porque estoy segura que este plan no es de Ángel, es de alguien con mucho más poder y peores intención que un chico cualquiera intentando sobrevivir a lo que parece un destino imposible para cualquiera.
Pero es que el mundo no es lo que parece, y lo que un día puede ser lo más normal del mundo, al siguiente puede ser tu peor pesadilla.


Dos meses antes…
Apenas nos quedan energías en el valier, así que esta noche toca recargar. Cuando entro al salón, una gran habitación recubierta de piedra, y con una gran chimenea en la pared central, me encuentro con Aira tirada en uno de los grandes sillones.
-Mira quien decide aparecer por fin.
Su pelo morado está esparcido por todo el brazo del sillón, y sus largas piernas cuelgan por el otro lado.
-¿Dónde está Hunter?
-Y yo que sé, no soy un GPS.
Pongo los ojos en blanco, Aira no se caracteriza por ser muy amable, y eso me gusta de ella. Salgo del oscuro cuarto sonriendo para mis adentros.
El pasillo es tan largo que cuando entré aquí me perdí tantas veces que creí que nunca me aprendería el camino, pero no fue así, y ahora lo podría recorrer de una punta a otra con los ojos cerrados. A partir del pasillo se creó la casa, por lo que si sigues todo recto llegaras a cualquier sitio.
Salgo al gran jardín, lleno de verde y flores de distintos colores que Eiree se encarga de cuidar, rodea toda la edificación, y busco a Hunter pero nada, ni rastro de él. Joder, ya llegamos tarde.
-¡HUNTER!- empiezo a gritar, ¿Dónde está cuando se le necesita?
-HUNTER.
-No grites, que me duele la cabeza.
-El más mayor de todos aparece por la entrada, con la camisa mal abrochada, los pantalones llenos de manchas y una cara de asco digna de ser enmarcada.
-¿Qué coño te pasa? Esta noche tenemos una trasfusión ¿y tú te vas a emborracharte?
Hunter levanta las manos intentando defenderse, pero el que no se pueda tener en pie lo delata definitivamente.
-Eh, eh, eh. Más despacio, y además, estoy aquí ¿o no?
A veces es como trabajar con críos.
-Salimos en media hora, más te vale estar preparado.

A las 7:30 estamos todos en la puerta, Eiraa, con su singular pelo rubio recogido en una coleta que le llega hasta la cintura y el traje que todos utilizamos para las misiones. Aisher, con sus grandes gafas tapándole la cara está haciendo le no sé qué arreglos al valier  y Aira mirándose las uñas negra. Solo falta que aparezca Hunter para que podamos irnos. De pronto su gran figura aparece desde el final del pasillo a toda prisa terminando de abrocharse los botones.
-Ya era hora. Pensábamos que te habías perdido.
-No te preocupes, tu chirriante voz me muestra siempre el camino.
-Eres un…
-Ey ya, como no salgamos en cinco minutos la estrella va a morir.- los interrumpe Eiree.


El mejor sitio para la trasfusión es en un callejón, al lado de una discoteca. Es sitio da asco, hay tantos olores juntos que la nariz apenas capta alguno y apenas hay luz, por no decir que no hay ninguna farola.
Nos ponemos en la posición y dejo el valier en medio de todos.
-¿Haces los honores?-Le pregunto a Eiree.
Esta se acerca con paso decidido y hace el ritual. La energía sobrante de la estrella llega hasta nuestros pies, quedando encerrada en el valier, una potente luz nos ilumina, después de unos segundos en los que se carga, la luz se apaga completamente y la oscuridad vuelve a reinar.
Cojo la pequeña cajita que encierra dentro el suficiente poder para destruir la tierra y sigo a los otros, pero, un ruido hace que me detenga, me giro y veo a una chica, su cabello oscurecido por la noche enmarca su cara….


El recuerdo de la primera vez que la vi me persigue, nunca pensé que esa noche fuera a vernos alguien, pero me equivoqué, y fue el mayor fallo que pude cometer. Gracias a eso la han encontrado, a la última descendiente.
Hace dos horas que la parte de escenita que me quedé está ardiendo, no es lo suficiente fuerte como para que de una sombra se tratase aquél que la atacó, pero si lo suficiente fuerte para que me preocupe.
Hunter está gastando demasiada energía en encontrarla y apenas tenemos nada, unas coordenadas que no llevan a ningún lado.
Como no la encontremos pronto puede ser el fin… y no solo el suyo.
Es solo otra misión más, me repito una y otra vez, pero no es tan fácil. Y mis nervios van en aumento con cada segundo que pasa.




No sé qué hora es, pero ya ha oscurecido. Mis padres tienen que estar de los nervios, debería haber llegado a casa hace horas.
No he escuchado a nadie desde que Ángel abandonó la habitación, y empiezo a creer que estoy sola dios sabe dónde.
La última vez que comí fue en casa de Clara y los rugidos que provoca mi tripa van en aumento.
La puerta se abre y una tenue luz se filtra por ella, apenas iluminando el rostro de la persona que acaba de abrirla. Cuando gira en mi dirección me sorprendo al darme cuenta que no es Ángel.
Es una mujer, una melena rubia le llega hasta la cintura. La ropa oscura que lleva me recuerda mucho a Ruth. No debe tener muchos más años que yo, quizá ventipocos. Entre sus manos lleva una bandeja con un vaso de agua y algo en un cuenco que no logro identificar.
-Vaya, parece que tienes hambre.
Deja la bandeja a mi derecha y se sienta en frente de mí.
-Hola, soy Anne.
Para ser secuestradores son todos muy majos.
-Se lo que estás pensando, no soy tu secuestradora.
Levanto la mirada asombrada y ella simplemente sonríe.
-Es verdad que no tienes ni idea de nada.
-¿Debería?
-No tienes por qué, hay muchos de tu edad que aún ni siquiera saben que tienen el don.
-Tu… ¿eres una contaminada?-Digo lentamente, resaltando cada palabra.
Anne asiente despacio.
-Así es, y mi don es la mente, todo lo que tenga que ver con ella. La mente es como el universo, y del universo venimos. Verás, todos los dones están relacionados con la estrella de la que vienen, pero todos son diferentes.
-¿Y… trabajas para ellos?-En realidad lo que quiero preguntar es si ella también está secuestrada, pero no me atrevo.
A juzgar por el cambio de expresión sé que sabe lo que estoy pensando, y que no está aquí porque la guste.
-Es una larga historia.-Dice mirando el suelo y jugando con sus manos.





Abro mis ojos lentamente, aún es de noche ya que el pequeño trozo de cielo que me permite ver la ventana, está oscuro, y ese color hace que mi mente viaje a unos ojos del mismo color y que brillan con la misma intensidad.
No sé cuánto tiempo llevo aquí encerrada, pero han pasado semanas, he visto tantas veces al sol ocultarse que he perdido la cuenta. La única persona a la que he visto en este tiempo es a Anne cuando viene a traerme comida y apenas está unos minutos. Desde el primer día todo ha cambiado, apenas habla y su mirada ya no tiene ese brillo.
Me levanto lentamente y me acerco a la mesita en la que Ángel se sentó el primer día, la acerco a la ventana y me asomo en ella, está cerrada por unos gruesos barrotes, el primer día intente escapar, pero es imposible.
Pequeños puntitos de luz adornan el oscuro cielo, hace unos días descubrí que si los miras fijamente, empiezan a moverse hasta formar figuras, figuras que claramente no entiendo. Tanto estar encerrada me está  afectando demasiado.

De pronto, un ruido me asusta, es como una explosión, gritos lo siguen. Gritos tan escalofriantes que hasta me dan escalofríos. Intento esconderme en la habitación, pero no hay nada que pueda taparme, la puerta está cerrada y la ventana es imposible de atravesar. Solo espero que sea lo que sea no llegue hasta aquí.

martes, 28 de abril de 2015

8) EL FUEGO DE LAS ESTRELLAS

Noto algo extraño en mi cara, doy con mi mano al aire para intentar quitármelo, pero no funciona, porque el cosquilleo sigue ahí.  Así que simplemente me doy la vuelta, y es cuando noto como me tiran agua helada en la cara. Pego un grito y voy corriendo al baño a  secarme.
-Os lo he dicho. A esta las cosquillas no la hacen  nada.- Escucho a Ruth decir desde la habitación.
-¿Tenías que ser tan bestia?
-Joder, si no se hubiera tirado toda la noche de fiesta pues no estaría así.
-Te voy a matar.- La grito desde la puerta y me tiro hacia ella, haciendo que ambas caigamos a la cama, cojo el cojín más cercano y empiezo a darla con él en la cara.
-¡Jimena para!-grita a la vez que empieza a reírse.
-¿Que pare? ¡¿Sabes el susto que me has pegado?!
Finalmente Clara y María terminan uniéndose a nuestra pelea de almohadas que termina con todo lleno de plumas.
-Tu madre tiene que comprar cojines mejores. Estos son una mierda.
Clara le tira lo que queda de un cojín azul, que debo decir que era horrendo a la clara y Ruth escupe un par de plumas.
-Igual si no hubieras dado tan fuerte seguirían vivos.
-Si son una mierda son una mierda.
-¡Ruth!-la reprocha María.- ¿Besas a tu madre con esa boca?
Ruth simplemente la enseña el dedo del medio y se encoge de hombros.
-La que sí tuvo beso anoche fue otra.-Dice pícara María mientras me da un codazo en el costado haciendo que me sonroje.
-Yo no… ¿Qué? No claro que no.- Intento defenderme de esas tres fieras pero lo único que consigo es dejarme en evidencia.

-Mira yo no lo vi, pero aquí tu amiga-y a la vez que dice esto señala a María, quien sonríe inocentemente.- Dice que estaba como un tren. Y para que diga algo así de un chico mira que tiene que estar bien.
-Dios, mira que sois tontas.
-O venga, anoche apenas nos contaste nada y nos has dejado con la intriga, no seas mala.-Clara hace pucheros a la vez que me mira con los ojos entrecerrados.-Venga.
-Pero es que no pasó nada. Simplemente me llevó a dar una vuelta y… nada más.
-Mira, aun que te creyera, que no es el caso, pero pongamos que sí, y no hubieras hecho nada, ni un triste beso en la mejilla, te dejaba de hablar.
-¿Por qué?
-¡Por tonta!-Esta vez es María en responder en vez de Ruth.
-Me dais miedo. Lo digo en serio.- Ruth me responde poniendo los ojos en blanco y María ensancha su sonrisa aún más. ¿Por qué sigo siendo amiga suya? Cierto, no tengo más.
Nos quedamos hablando de cosas sin sentido hasta que es hora de volver a casa.
María vive cerca de Clara, y Ruth  vive por mi zona, pero todas muy distanciadas, así que tenemos que coger cada una un camino diferente.
Mientras camino al lado de Ruth ninguna dice nada, hasta que pasamos por debajo de una farola y el colgante que me dio anoche Alioth, que ahora cuelga de mi cuello brilla como si tuviera luz propia.
-Ala ¿y eso? Anoche no lo tenías.-Exclama mientras lo toca- Es precioso.
-Claro que sí, solo que no se veía.
-¿De dónde la has sacado?
Me encojo de hombros mientras busco una excusa con coherencia.
-He hecho limpieza en mi habitación y ha aparecido.
Ruth se queda en silencio mirando al suelo un momento, luego levanta su mirada hasta chocar con la mía, haciendo que me estremezca, me mira tan profundamente que creo que puede leer mis pensamientos.
-Tu nunca, repito NUNCA haces limpieza en tu cuarto.-Lo dice lento para remarcar su punto- Mira estas rarísima últimamente. Primero te vas con un tío al que no conoces de nada, luego apareces a las tantas en la puerta con unas pintas propias de un borracho con resaca y ahora esto. Si no quieres decirme la verdad no me la digas, pero por favor no me mientas.
Suelto un suspiro cansado. Ruth tiene razón, pero como la digo lo que está pasando si ni siquiera lo sé yo, pero es mi amiga, nos contamos todo desde que nos conocemos y me hace sentir fatal no decírselo, así que decido ser sincera, o lo más posible.
-Mira, te juro que si lo supiera te lo diría, pero es que no tengo ni idea, este chico, Alioth, apareció de pronto y nada ha vuelto a ser igual, simplemente es todo muy confuso.
-¿Esta tan bien como dice María?
-Puede…
Creo que nunca he visto una sonrisa más terrorífica proveniente de Ruth que la de este momento.
-Bien, te veo mañana.-Dice, y después se da la vuelta y se va. La veo desaparecer al final de la solitaria calle, con ese andar propio de ella, y su pelo moviéndose con el viento, y es la última imagen que mis pupilas captan, porque lo siguiente que recuerdo es oscuridad y un fuerte ardor en mi cuello proveniente del colgante.
Y el susurro de una voz demasiado conocida para mí:
-Dulces sueños.




Los parpados me pesan como si estuvieran pegados, tengo un sabor de boca asqueroso y encima el suelo sobre el que estoy tumbada está helado.
Donde antes sentía un dolor tan profundo como si me estuvieran quemando con un hierro ardiendo ahora es una simple molestia.
Vuelvo a intentar abrir los ojos, lo suficiente para que una rendija de luz pueda llegar hasta ellos y me deslumbre. ¿Dónde narices estoy?
-Parece que ya te vas despertando.
Ahora sí que consigo abrir los ojos, y la imagen que tengo frente a mí me deja helada
Ángel está sentado en una pequeña mesa en la esquina, lleva una sudadera roja que resalta su pelo rubio y unos vaqueros rotos por las rodillas.
Estamos en una pequeña habitación, solo hay una ventana cerca del techo que permite pasar la luz.  A través de esos rayos se ve el polvo que hay en el aire.
-¿Ángel?
-Vaya, y yo que pensaba que eras tonta.
-¿Qué mierda haces? ¿Dónde estamos?
-Cuida tus palabras Jimena. Una señorita no debe decir esas palabras.
-Que te den.
Él simplemente muestra sus dientes en una sonrisa macabra y empieza a pasearse por la habitación.
-Jimena, Jimena... ¿Sabes? Cuando te conocí me parecías una chica muy interesante, pero demasiado inocente, solo ves el lado bueno de las personas, y, preciosa, eso es malo. Sobre todo cuando hay personas que no tienen uno. Al principio pensé que acercarme a ti sería difícil, pero en poco tiempo me hice amigo de tus amigos, y apenas me costó trabajo. Después de eso todo fue coser y cantar, os acompañaba a las fiestas, cada vez que quedabais, incluso llegue a pensar que estaba equivocado, que tú no podías ser quien yo buscaba; eres demasiado... ¿normal? Sí, eso, normal. Pero entonces ocurrió, los viste, y supe que mi esfuerzo no había sido en vano, que eras tú.
-Alioth es tan estúpido, nunca pensé que te fuera a hacer caso, en realidad pensé que te mataría, allí, en ese mismo instante, pero no. Y luego volvió a buscarte, y consiguió en un mes lo que yo llevaba años buscando: a ti.
-¿Por qué? No lo entiendo, ¿Qué tengo de especial? ¿Conoces a Alioth?
Hace una mueca de desagrado y se queda callado un momento. De pronto me mira y sonríe.
-No te ha contado nada por lo que veo.
Resoplo y miro al suelo. Pues claro que no.
-Ahora todo tiene sentido.
¿Qué querrá decir con eso?
Ángel, el que yo pensaba que era mi amigo y el chico más agradable del planeta pero que en cuestión de segundos se ha convertido en alguien totalmente desconocido para mí vuelve a su posición inicial, sentado en la mesa de la esquina.
Me mira durante unos minutos y empieza a contarme todo lo que Alioth me ha estado ocultando.
-Hace seis siglos una epidemia azotó con fuerza a la humanidad. Al principio no se le dio mucha importancia, empezó por matar a unos cuantos pobres que vivían cerca del lago y a unas prostitutas que allí trabajaban, nada importante, pero con el tiempo la cifra de muertos fue subiendo, pasando a gente con mayor importancia. Empezaron a investigarla, pero nada, nadie sabía de donde podría porvenir. El tiempo pasaba y mayor gente iba muriendo, los síntomas eran parecidos a cuando el demonio te poseía.
 -Primero apenas se notaba, luego empezabas a escuchar cosas extrañas, aparecía poco a poco, cada vez con síntomas peores, y entonces empezaban a aparecer quemaduras en la piel y en el interior del cuerpo. Te iba quemando poco a poco, cuando aparecían las quemaduras en las manos, estabas acabado. Se volvían locos, veían cosas que nadie más podía ver, a no ser que estuvieran contaminados. La enfermedad del fuego, la llamaron.
-Pero lo que muy pocos sabían era lo que traía consigo esa enfermedad, no era una cualquiera, ni siquiera era una creada en el planeta humano. La enfermedad provenía de un pequeño trozo de estrella, que llego a nuestro planeta; cerca de nuestro sistema dos estrellas colapsaron, haciendo se explotar en mil pedazos mutuamente, uno de esos pedazos llego hasta aquí, y se estrelló, el polvo que producía era el causante de la horrible enfermedad.
-En realidad, lo que de verdad era todo, era una fase, una fase que solo unos pocos pudieron atravesar, uno de cada 10000 infectados, o menos.
-Y, los sobrevivientes adquirían el don, todos distintos pero todos con algo en común: El fuego de las estrellas. Este fuego recorría sus venas como sangre, y, fue pasando de generación en generación, aun nadie sabe cómo funciona, solo que uno de los descendientes del infectado nace con el mismo don.
-Pero no solo los sobrevivientes tenían la sangre corriendo por sus venas, los que fallecían también, el espíritu de alguien que murió por la enfermedad del fuego tiene poder, tanto como para salir del infierno y llegar hasta nuestro mundo de nuevo, pero esta vez siendo sombras.

-Tú, Jimena, eres una de esas descendientes, al igual que Alioth y su pandilla.

martes, 17 de febrero de 2015

7) DEFINITIVAMENTE ESTÁ LOCO.

Estoy en blanco, sinceramente no entiendo nada.  No sé dónde quiere llegar Alioth con esa historia. Espera que confíe en él ciegamente, a pesar de que me oculta cosas o que, por el contrario, salga corriendo. Espero a que me aclare todas las dudas que están empezando a agolparse en mi cabeza, pero nada. Se queda ahí, quieto, con la mirada fija en el suelo y el pequeño libro aún entre sus manos.
-Entonces, lo que quieres decir es que mi sombra es como la de Peter Pan y tiene vida propia.-Digo intentando aligerar el ambiente. Pero nada. Ni siquiera me mira.
Decido dejarlo solo con sus pensamientos e investigar un poco más. Nunca he estado en una biblioteca de noche. Y sinceramente espero no volver a hacerlo, este sitio me da escalofríos.
Voy caminando entre las altas estanterías, mientras el único ruido que me acompaña es el que hace las suelas de mis zapatos al chocar contra el desgastado suelo. Miro las viejas y polvorientas tapas de los libros que me rodean. Nada fuera de lo común, montones de libros que parece que hace siglos que nadie los toca. Todos están ordenados, excepto por Moby Dick y Cumbres borrascosas, estos dos están cambiados de sitio. Cuando voy a poner cada uno en su lugar, una mano me detiene, seguidamente noto una respiración en mi cuello.
-No toques eso.
Me giro para mirarle a los ojos pero un estruendo hace que ambos dirijamos la mirada a uno de los grandes ventanales que hay al final del pasillo. A través de estos se cuela la luz de la luna y de las farolas que iluminan las calles, ha empezado a llover. Pero nada que indique que ha podido causar ese horrible sonido.
-Tenemos que irnos de aquí.
-¿Qué ha sido eso?
Me mira durante unos instantes, el azul oscuro de sus ojos deja paso a un negro profundo. Una lucha en su interior, sopesando si me dice la verdad o me ignora como siempre.
-Sombras.-Dice en un susurro silencioso. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Como que prefiero que me ignore.
Antes de que pueda reaccionar me coge del brazo y me lleva hasta la salida. Afuera el agua cae a cantaros, en el momento en el que llegamos al coche ambos estamos empapados. Debería haber cogido mi chaqueta. No me da tiempo a cerrar la puerta cuando ya ha arrancado. Alioth va tan deprisa que apenas puedo ver algo más que una maraña de luces, casas y árboles por la ventana. Como siga así vamos a terminar en cualquier arcén boca arriba.
-¡Para, nos vas a matar!
Pero nada, simplemente me ignora y sigue apretando el volante como si le fuera la vida en ello.
-¡Alioth!- Vuelvo a gritar, pero en el momento en el que la última letra sale de mi boca, algo choca contra un lateral del coche, haciendo así que este se deslice en el asfalto mojado.
Un grito sale de mis labios y empiezo a gritarle que vaya más deprisa.
-¡Mena, tranquilízate!-Grita aún más alto que yo.
Estoy tan asustada que ni siquiera me doy cuenta del nuevo nombre que me ha puesto.

Nada, no puedo ver nada. Estamos en un camino, rodeados de árboles. Llevo en este coche como tres cuartos de hora. Asique si mezclamos que: estoy en un coche con un tipo al que he visto tres veces en mi vida, encima estoy segura de que está en alguna secta, está lloviendo como si el cielo se fuera a caer de un momento a otro y un “algo” nos está siguiendo se podría decir que no tengo miedo, si no que estoy en algún punto entre entrar en coma o volverme loca. Si, la verdad es que no llevo muy bien los momentos de tensión.
Mi teléfono empieza a sonar, por suerte el bolso lo cogí. Lo cojo para ver quién es, mierda, Ruth.
-¿Si?-Digo inocentemente, ya que sé que lo que se avecina no es nada bueno.
-¡¿Se puede saber dónde narices estás?! Hace dos horas que desapareciste, llevo llamándote toda la noche. ¡Así que más te vale que sea importante lo que te ha pasado! Porque si no, Jimena te...- Los estruendosos gritos de Ruth desaparecen y la dulce voz de María los sustituye.
-La tienes loca a la pobre.
-Yo… lo siento.
-No te preocupes, vi al chico con el que te ibas. Yo también hubiera desaparecido.
Alioth suelta una carcajada, y yo le fulmino con la mirada.
-Pero como tú no sueles acercarte a los chicos, y mucho menos como ese, nos has asustado. Es más el tipo de Ruth, y no te enfades, sabes que es verdad. Tu madre ha llamado, ha dicho que tú no se lo cogías, así que Clara ha dicho que nos quedábamos en su casa a dormir. Si decides aparecer, que lo dudo, ve a su casa.
-Vale, no te preocupes. Y gracias.
-De nada cariño y pásatelo bien.
 Y cuelga, y siento como mis mejillas empiezan a tornarse en un rojo intenso. Miro hacia Alioth y este está intentando no reírse. A veces Ruth y María pasan demasiado tiempo juntas.
La tensión ha desaparecido, y ya no hay rastro de la cosa que antes nos seguía. Parece que todo ha vuelto a la normalidad. O lo más normal que se puede estar cerca de él.

Alioth baja la velocidad hasta que paramos en un pequeño claro. Bajo del coche y una sensación extraña me recorre. Parece un lugar mágico.  Como si una cúpula de cristal cubriera solo ese pequeño espacio. Alumbrado solo por la luz de la luna, y pequeñas luciérnagas. Un pequeño riachuelo cae desde lo alto de unas pequeñas piedras,  pasa a través de la espesura de los árboles y desaparece por el otro extremo.
Miro hacia Alioth y este tiene la mirada perdida en algún punto que no consigo ubicar.
-¿Qué es este sitio?
-Shh. ¿Lo escuchas?
-¿El qué?
Ahora es él quien me fulmina con la mirada.
-¿Te quieres callar?
Abro los ojos asombrada, ¡acaba de mandarme a callar!
-Lo siento mucho si no estoy de humor para ponerme a oír grillos cantando, que por cierto eso mismo escucho todos los días desde mi casa. Te recuerdo que una “cosa”, que hace ruidos raros nos está siguiendo y que perfectamente podría cogernos aquí, y nadie nos escucharía. Así que siento mucho estropear tu momento de ‘conectarte con la naturaleza’.
Alioth me mira con las cejas levantadas, de pronto una sonrisa parece escaparse de sus labios.
-Tú veías muchas películas de pequeña ¿no?
En serio que sabe cómo desquiciarme. Cuando ve que empiezo a ponerme roja me aclara.
-No nos puede encontrar aquí. Desde esas piedras que hay allí.-Y señala un montoncito de piedras-hasta la pequeña catarata del fondo este sitio es invisible para ellos.
Definitivamente está loco.
Se acerca al riachuelo y de allí saca una pequeña esfera, que a primera vista parece una piedra. Pero cuando la saca del agua esta es negra y tiene pequeños puntos que brillan como estrellas.
-Por si nos lo volvemos a encontrar.
Dice mientras me pasa de largo y se dirige al coche.
-Llévame a la casa de una amiga, me quedo allí a dormir.
Él simplemente pone el coche en marcha y se dirige a la dirección que le digo.
En el camino me encierro en mis pensamientos. Supe desde el primer momento en el que le vi, que iba a cambiar mi vida, pero nada de lo que hubiera pensado se podría comparar con el punto hasta el que podría llegar a parar. Alioth, no es… normal, se podría decir, eso está más que claro. Pero no hay nadie que dicte que es normal y que no lo es. Ese es el problema. ¿Hasta qué punto puede no ser normal? No tengo ni idea.
Solo tengo claro una cosa, y es que nada volverá a ser igual.
Cuando llegamos a la casa de Clara, le digo un simple adiós, pero antes de poder salir del coche, Alioth me para, y me da la pequeña esfera, ahora sujeta por un cordón.
-Póntelo, lo vas a necesitar cuando yo no este.
 Yo simplemente asiento y me voy. Le envío un mensaje a Clara diciéndola que ya estoy aquí, para no despertar a sus padres. Cuando me abre la puerta empiezan las preguntas. Preguntas que ni yo misma se responder.







domingo, 1 de febrero de 2015

6) LOBOS Y HALCONES

                            
Hace una semana que no lo veo, desde lo ocurrido en mi habitación se fue sin dejar rastro, y lo que más me molesta es que ni siquiera me respondió a una de mis preguntas.
 No he vuelto a tocar el libro, tengo miedo de lo que pueda pasar.
 Desde la mujer en la biblioteca hasta el día de hoy no dejan de ocurrir cosas extrañas.
Siento como una sombra que me persigue, ocultándose en los rincones, apareciendo y desapareciendo a su antojo. Siempre pendiente, siempre al acecho. Empiezo a pensar que estoy loca.
 Como le prometí no le he contado a nadie lo que los vi hacer aquella noche en el callejón, aunque me muera de ganas. Tampoco he vuelto a sacar el tema del libro delante de Ruth y parece que ella tampoco se acuerda.


Después de desaparecer una semana volvió, y hemos estado durante un mes y medio viéndonos todas las noches, después de las once, yo dejo la ventana abierta y el simplemente entra por ella, sigo sin saber cómo puede escalar dos pisos, pero bueno. Con el tiempo he descubierto muchas cosas nuevas sobre él, y también he aprendido que es muy misterioso.
También intentamos descifrar que ponía en el libro, pero está en otro idioma así que nos está llevando más tiempo del que pensábamos.
Con el tiempo me he acostumbrado a que esté presente en mi vida.



Hoy es sábado, otra vez. Y Ruth me ha obligado a ir a la discoteca, otra vez. Asique me arreglo y espero a que venga a por mí; ya que esta semana la toca a su madre conducir. Tengo un presentimiento, uno muy malo. Llevo toda la semana sintiéndolo, pero hoy es mucho más fuerte. La única vez que recuerdo haberle tenido tan fuerte fue cuando murió mi tío, el hermano de mi padre. Era como un segundo padre para mí. Nunca me dijeron que le pasó y yo no pregunte. Tenía diez años cuando ocurrió. Estaba en el colegio junto con Ruth y sentía como una larga cadena me apretaba el corazón. Con cada segundo que pasaba la cadena iba haciendo más presión. No sabía qué, pero sabía que algo había ocurrido. Cuando llegue a casa me lo contaron. Y hoy, tengo esa misma sensación. Desde que me levanté esta mañana hasta ahora. Intento no darle mucha importancia pero tengo miedo.
La bocina del coche de Gemma suena. Me despido de mis padres y de Teo y salgo. Cuando voy a medio camino Ruth baja la ventanilla y me silba.
-Impresionante.- Dice y la vuelve a subir.
Siempre sabe cómo sacarme una sonrisa. Siento como el nudo afloja su agarre, pero aun así sigue ahí.
Cuando entro al coche saludo a ambas y nos dirigimos al mismo sitio que el sábado pasado.
Llegamos a la discoteca sin que ocurra nada y eso me tranquiliza un poco. Hoy los chicos: Lucas, Ángel y Mario han quedado con unos amigos, así que será noche de chicas.
Encontramos una mesa, Clara y yo tomamos asiento, otra vez, y María y Ruth se dirigen a la pista de baile, otra vez. Creo que esto ya va a ser rutina.
En cuanto nos quedamos solas Clara se gira hacia mí.
-Suelta lo.-Dice al cabo de un segundo.
-¿Qué?-Digo, sin entender.
-Llevas un tiempo muy rara, sé que conmigo no tienes la misma confianza que con Ruth, pero puedes contarme lo que quieras ¿vale?
-Sí, sí. Claro. Solo es que estoy muy ocupada con los exámenes.-Digo. No pensé que estuviera actuando de una forma extraña, aunque a Clara no se le pasa nada por alto. Ella es la más tranquila del grupo. Nunca la he visto alterarse, ni decir una palabra más alta que otra. Siempre está muy callada, pero atenta a todo. Además es la más lista del grupo. La verdad es que el nombre le viene como anillo al dedo. Siempre lleva ropa de colores pastel, blusas, faldas, y la encantan los estampados de flores. De tez es muy blanca, ojos miel, y rubia. Clara rompe el cliché de que las chicas listas son feas. Ha tenido a más de un chico detrás de ella, pero los rechaza, dice que lo más importante ahora son sus estudios. No podría estar más de acuerdo con ella. Bueno, vale, en realidad a mí casi nunca me piden salir.
Cuando se me acaba la bebida le pregunto a Clara que si quiere algo y me dirijo a la barra. Pero cuando estoy volviendo una mano me agarra de la muñeca y me lleva hasta la puerta trasera.
Sé perfectamente quién es. En el momento en que sus dedos rozaron mi piel tuve la misma sensación que cuando me cogió para saltar por la ventana de mi habitación, y muchas veces más después.
Gracias a la poca iluminación, al vapor que echan las máquinas de humo y a toda la gente que hay no puedo verlo con claridad. Pero cuando salimos al oscuro callejón, iluminado solo por la luz de la luna, se me corta la respiración.
Está exactamente igual que la primera vez que le vi, excepto por que ahora lleva puesta una camiseta blanca, que resalta aún más sus oscuros ojos y su pelo. Dándole aún más intensidad a su mirada.
Cuando me ve observarlo sonríe. Sí, definitivamente tengo que disimular mejor lo que me produce tenerlo en frente.
-Hola.- Dice con esa sonrisa de suficiencia aún en sus labios.
-¿Qué quieres?-.Le pregunto cortante. En realidad estoy molesta por que me sacara de la discoteca de esa forma, he perdido las bebidas por el camino.
-Vaya, pensaba que te alegrabas de verme.-Y si es posible, según pronuncia estas palabras, su sonrisa se ensancha.
Yo simplemente me limito a poner los ojos en blanco.
Como ve que no voy a contestar le, cambia su sonrisa por una expresión seria.
-Necesito ver el libro otra vez.
-Y yo necesito que me contestes de  una vez por todas.
Este último mes le he acribillado a preguntas y en todas me ignora o cambia de tema, y estoy harta.
-Lo digo en serio Jimena.
-Y yo igual. ¿Cómo sé que puedo confiar en ti, si no me dices nada?
Captando que no voy a dar mi brazo a torcer, lanza un suspiro cansado al oscuro cielo.
Sus ojos chocan con los míos y pone una expresión pensativa. Después de unos segundos abre los ojos como platos.
-Has visto algo raro últimamente.
¿Por qué todo el mundo me pregunta lo mismo? Pues claro que he visto cosas raras últimamente, lo he conocido a él después de todo.
-¿Por qué dices eso?
Él simplemente niega con la cabeza y mira la pared que hay a nuestra derecha.
-Ven conmigo.
-¿Qué?
-Es importante.
Es lo único que dice antes de cogerme del brazo y llevarme hasta la salida del callejón.
Allí en medio, en todo su esplendor hay un coche aparcado. No tengo ni idea de coches pero juraría que es uno bastante bueno. Es negro, como no, y deportivo.
-¿Te gusta?-Su voz desprende arrogancia con cada letra.
Yo simplemente me limito a asentir. La verdad es que es increíble.
Me siento en el lado del copiloto y espero a que entre él.
El coche es más impresionante dentro de lo que es por fuera. Y además tiene la misma fragancia que el dueño.
Después de unos minutos sigo sin saber a dónde nos dirigimos, Alioth no ha pronunciado palabra en todo el camino y el lugar no se me hace conocido. Cada vez es más oscuro y una extraña sensación se va apoderando de mí, el nudo en el pecho se va apretando con cada segundo que pasa. Pero aun así  no pregunto. ¿Para qué? No me va a contestar.
Cuando estaciona el coche miro por la ventanilla y entonces recuerdo. La biblioteca.
-¿Por qué estamos aquí?
Pero no me contesta. Estoy empezando a cansarme. Aun así me bajo del coche y lo sigo.
Alioth se acerca a la puerta e intenta abrirla.
-Está cerrada.-Digo como si no estuviera más que claro.
-¿No me digas?-Responde él en un tono burlón.
Entonces saca algo del bolsillo de su pantalón y lo introduce en la cerradura.
La puerta cede con un desagradable chirrido y entramos.
Por el día es cálida y acogedora pero por la noche tiene un aire fantasmagórico que pone los pelos de punta.
Caminamos entre los pasillos delineados por las largas estanterías hasta llegar a la última pared, está hecha de enormes piedras. En la esquina hay dos grandes sillones y una mesa en el centro, llena de libros.
Alioth deja su chaqueta en el respaldo de la silla y recoge un libro del suelo. Ya que la camiseta que lleva es de manga corta, puedo ver sus brazos. Éstos están llenos de tatuajes, pero no tienen forma alguna, son solo líneas a lo largo de sus brazos  y en medio de estas hay unos pequeños  puntos más oscuros. Cuando me acerco para poder observarlo mejor, me doy cuenta que no están dibujados, si no que parecen hechos a fuego en su piel. El chico es raro, hay que admitirlo.
Se sienta en uno de los sillones y abre el libro, éste tiene dibujado en la portada un cachorro de lobo y un halcón.
-¿Sabes? Mi madre siempre me leía este cuento cuando era pequeño, decía que en ellos siempre se aprende una lección, solo hay que saber encontrarla. Que cuando tuviera un problema, en ellos encontraría la respuesta.
Si antes estaba echa un lío, ahora soy un total enredo. Aun así hay una cosa que no puedo evitar preguntar.
-¿Y qué lección tiene?
-Eso lo tienes que descubrir tú.
Y después de decir eso comienza a leer.
-Una loba tuvo un cachorro, estaban en una temporada en la que la comida no abundaba. Así que tenía que tener mucho cuidado con el cachorro, por qué sino, alguien se lo cenaría.
-La loba siempre estaba atenta a todo, vigilando por si algún enemigo aparecía.
-En quien más confiaba era en su sombra, pero nunca se dio cuenta de que esta no era exactamente como debería.
-Una noche, un zorro apareció en su campo de visión y esta salió corriendo para espantarlo. Así que dejó a su pequeño cachorro al cuidado de su sombra. Pero esa no era su sombra, pues tu sombra te persigue allá donde vayas, esa era la sombra de un halcón; que persiguió a la loba allá donde fue, haciéndola creer que era parte de ella y que era de confiar.
-Cuando la loba estuvo lo bastante lejos, el halcón tomó al cachorro del cuello y se lo llevo.
-El zorro resultó ser un caminante, que solo paseaba por allí.
-Jimena, a veces tienes que confiar en la persona que crees tu enemigo, por qué puedes estar equivocada.
Y lo peor de todo es, que sé que tiene razón.
Lo que no sabía Jimena, era, que esa historia se convertiría en su realidad. Y, viendo Aitana que este cuento escondía más de lo que dejaba ver decidió ponerlo en esta historia, junto con unos versos que dicen así:

                               Si en tu sombra crees poder confiar,
                                por la espalda te la puede clavar.                              

sábado, 24 de enero de 2015

5) SOMBRAS EN LA NOCHE



No tengo ni idea de cómo reaccionar, simplemente me quedo parada, quieta como una estatua, hasta que se da cuenta que hay otra presencia en la habitación y se gira. En el momento en que sus ojos oscuros como la noche se encuentran con los míos una descarga eléctrica recorre mi cuerpo, es inexplicable, simplemente no puedo separar los ojos de esa mirada única y peligrosa. Él parece reaccionar antes que yo, porque en un rápido movimiento ha cerrado la puerta con llave y me ha tapado la boca.
Es él, el chico de la otra noche, el que me guiñó el ojo. Ahora, bajo la luz de la lámpara de mi habitación puedo observarlo con claridad. Tiene el pelo negro como el carbón y puedo notar como se le riza a la altura de la nuca, sus ojos son de un azul muy oscuro, casi negro. Sus facciones están bien definidas, como una perfecta escultura de mármol. Un aire de misterio le rodea. Lleva ropa oscura como la otra vez; unos pantalones vaqueros negros, junto con una camiseta y una chaqueta igual que los pantalones.
-Ni se te ocurra gritar.-Dice susurrando y se me eriza el vello de la nuca.
Yo simplemente asiento despacio.
-Será mejor que salgamos fuera.
Me coge de la mano, es fría pero cálida a la vez. No sé cómo explicarlo. Solo sé que no quiero que me suelte.
Se acerca a la ventana y la abre. El frío viento de la noche me alborota el pelo. Saca una pierna por fuera y cuando va a sacar la otra lo detengo.
-¿Qué haces? ¡Es un segundo piso!
Él simplemente se encoge de hombros y me levanta.
Ahogo un grito de exclamación y me agarro fuertemente a su cuello. Huele como antes de llover y a algo que no consigo adivinar que es. Pero en él es una mezcla fantástica. Me acerco disimuladamente más a su cuello. Siento como su pecho briba al reírse y en tan solo un abrir y cerrar de ojos estamos abajo. ¿Pero qué narices acaba de pasar?
Me deja cuidadosamente en el suelo y yo me estremezco al notar el frío en mi piel.
El me indica con la cabeza que caminemos. Espero a que me empiece a explicar que narices hace en mi habitación a las doce de la noche, como ha entrado y lo más importante ¡de dónde demonios ha salido!
Pero nada, simplemente camina.
-¿Me vas a explicar de una puñetera vez que hacías en mi habitación?
-Vaya, veo que eres impaciente.
Yo simplemente me quedo mirándolo y el suspira.
-Estaba buscando algo que me pertenece.
-¿Qué? Eso es imposible.
Él simplemente me manda una mirada para que me calle.
-Me callo.-Digo levantando las manos.
-El otro día en la biblioteca me dejé un libro, cuando volví Cecilia me dijo que tú te lo habías llevado. Así que he venido a por él.
-Espera ¿Cómo sabes quién soy yo? ¿Y quién narices es Cecilia?
El vaho que sale de mi boca al hablar se mezcla con la brisa de la noche.
-¿Nunca te han dicho que las señoritas no dicen palabras feas?-Dice mientras sonríe, y es la sonrisa más bonita que he visto en mi vida.
Rápidamente vuelvo a la realidad.
-No me cambies de tema.
Vuelve a sonreír y noto como una bandada de mariposas hacen lucha libre en mi estómago.
 -Cecilia es la mujer mayor que había en la biblioteca.
No se me pasa por alto que ignora mi primera pregunta.
-¿Cómo has entrado a mi habitación?
-Por la ventana. Haces muchas preguntas.
Opto por hacer como él e ignoro su pregunta.
-¿Qué hacíais el otro día en el callejón tus amigos y tú?-En el momento en el que termino de decir la última palabra noto como se tensa.
-No deberías haber estado ahí. Los callejones no son un lugar muy seguro ¿sabes?-Dice en un tono de burla.
-Bueno el caso es que estaba y que os vi.
Me agarra de la muñeca y me aprisiona contra la pared.
De pronto todo el frío desaparece.
-¿Se lo has contado a alguien?
Dice, está tan cerca que su aliento choca contra mi cara. Mi cerebro va a toda velocidad y apenas puedo juntar dos palabras.
-¿Q-que? No… No he dicho nada.-Digo como puedo
-Bien.
Se separa lentamente de mí y puedo notar como corre el viento en el lugar en el que antes estaba su cuerpo.
-No se lo puedes contar a nadie. Olvídate de lo que ocurrió esa noche.
-¿Cómo quieres que me olvide? ¡Os vi coger una estrella del cielo!
-Baja la voz, te pueden oír.-Dice con una mirada tan intensa que me es casi imposible mirar para otro lado.
Intento con una nueva pregunta a ver si hay suerte.
-¿Por qué las palabras aparecen y desaparece?-Digo refiriéndome al libro.
-¿Has visto palabras?-Dice asombrado.
-Cuando lo cogí en la biblioteca sí, pero en mi casa estaba totalmente en blanco.
-¿Qué ponía?
-No lo sé, apenas lo vi.
-Jimena necesito que me digas que ponía.
-Te cuelas en mi habitación, rebuscas entre mis cosas, sabes mi nombre y donde estuve ¿Y soy yo quien tiene que dar explicaciones?
-Te contaré todo, pero necesito saber que ponía en ese libro.
-Por la página en la que lo abrí aparecía un texto, pero no sé en qué idioma estaba escrito. Y debajo un dibujo, era muy extraño, como una supernova.
Se queda callado durante un segundo, de pronto se da la vuelta y comienza a caminar.
-¿A dónde vas?
-A tu habitación.- Dice mientras se encoge de hombros.
-¿Sabes? Yo prefiero la puerta.
-Allá tú.
Doy la vuelta para dirigirme a la entrada mientras veo como desaparece entre las sombras. Cuando llego a la puerta miro debajo de una maceta que hay a su lado y saco una llave. Mama siempre la guarda ahí por si se la pierde o se olvida de ella. Cosa que sucede siempre.
Llego a mi habitación sin encontrarme con nadie, y doy gracias por ello, ya que no sabría cómo explicar que esté a las tantas de la noche fuera de casa.
Cuando voy a llamar a la puerta para que corra el cierre esta se abre de golpe y me empuja dentro. Del mismo modo que antes cierra y se tumba en mi cama.
-¡Claro que puedes tumbarte!-Digo con sarcasmo.
-Gracias.-Dice él de la misma forma.-Ahora el libro.
Sé que debería estar como loca por todo lo ocurrido con él o mínimo tener miedo. Pero por alguna extraña razón no lo tengo. Me dirijo a mi armario y saco el libro de un cajón.
-Aquí esta, pero vamos que no vas a encontrar nada.
Se queda pensando durante unos segundos, hasta que de pronto dice:
-¿En qué estabas pensando?
-¿Eh?
-Cuando lo abriste en la biblioteca, ¿en qué pensabas?
-En nada... supongo.
Se levanta y se acerca a mí.
-A ver.-Dice con voz suave.-Necesito que pienses en cualquier cosa por muy banal que sea. No en lo que tienes entre las manos y en lo que puede tener escrito. ¿Vale?
-Vale.-Digo y me pongo a pensar en que habrá mañana de comida. ¿En serio Jimena, comida? Me dice mi subconsciente. Pero ¿Qué quieres que le haga? No encuentro nada mejor en lo que pensar. Mientras sigo con mi discusión interna abro el libro sin darme cuenta. En el momento en el que este se abre un montón de letras que no había visto en mi vida y dibujos increíbles aparecen entre sus hojas color tierra.
-Vaya.- Es lo único que acierto a decir.
Él se acerca más para poder ver mejor y yo aguanto la respiración. Intenta pasar la hoja, pero en el momento en que sus dedos tocan la hoja la tinta se desvanece como si se tratara de agua. Rápidamente aleja su mano y se la sujeta con la otra. Suelto el libro y este cae cerrado sobre la alfombra de mi habitación.
-¡Mierda!-Exclama
-¿Estas bien? ¿Qué ha pasado?
Quito la mano con la que se tapa y veo como un pequeño círculo rojo se va formando en las yemas de sus dedos.
Voy al baño a por  una pomada, se la extiendo en las quemaduras y noto como suspira.
-¿Te había pasado esto alguna vez?
Él simplemente niega.
-No, aunque tampoco había visto nunca tinta en esas hojas.-Dice y me mira a los ojos.
-Escúchame Jimena, escóndelo, tengo que irme pero cuando pueda volveré. No le hables a nadie de la existencia de ese libro y mucho menos de lo ocurrido esta noche.
Se levanta de la cama y se acerca a la ventana, pero antes de saltar se da la vuelta, me guiña un ojo y dice:
-Por cierto me llamo Alioth.
Y desaparece, en la oscuridad de la noche, como una sombra más.
Y mi corazón va recobrando su ritmo habitual mientras me preparo para intentar dormir.

Esa noche se cuela en mis sueños unos ojos del color de la noche y una sonrisa misteriosa.